Bio
Desde 1995 tratando de hacer reír. En el seno de una familia de inmigrantes palestinos en la recóndita ciudad de Bogotá, anaquelado en la clase media de finales de siglo, un pequeño travieso Daniel el travieso de medio oriente cursa siete escuelas, con el anhelo de ser ingeniero, luego doctor, luego piloto y para la risa de su familia, se convierte en comediante de stand-up, contra toda marea.
Luego cursa la carrera de comunicación social, porque varios comediantes (dos) que conocía la habían cursado, y así podía agarrar herramientas de comunicación, argumentación y expresión para su oficio de la comedia. Aparte, su alma mater, la PUJ (Pues Universidad Jum) tenía un espacio dedicado a la narración oral, donde cuenteros, juglares y dramaturgos, presentaban sus obras al aire libre los miércoles al medio día para los estudiantes que querían charlar entre ellos o almorzar sin ser interrumpidos, quizás; Ibrahim pensó que serían cinco años de su vida pudiendo todos los miércoles trabajar, probar y explorar los chistes que escribiría entre clases, el transporte y luego de los quehaceres universitarios, pero se llevó la sorpresa que solo permitía cuenteros, no comediantes ¿racismo artístico? Quizás, pero no se rindió. Se presentó mientras los cuenteros almorzaban, pero los guardas de seguridad no se lo permitieron, así que decidió buscar otros espacios y hacerse comediante.

¿Cómo se hizo comediante? Desde pequeño su madre hacia imitaciones muy divertidas, sus fueron muy chistosas, sus tíos les gustaba la juerga y el cotilleo y, como bien se sabe, los árabes han sido seminómadas comerciantes, que han necesitado ser camaleónicamente invisibles ante las culturas que conocen para poder ofrecer sus productos y ser grandes mercaderes, y para eso, necesitaron entender dichas culturas hasta el nivel de comprender su humor y poder ejercerlo. “Si dominas el humor de un pueblo, lo has entendido” dijo alguien no recuerdo cuando ni dónde. Así que, si en la sangre llevaba el comercio y la risa, Ibrahim se dedicaría a ser… un rebelde.
Desde pequeño trabajó en recintos comerciales con su madre. Le enseñó el comercio. Su tía, que heredó del abuelo de Ibrahim, el ir de casa en casa, de tienda en tienda, de pueblo en pueblo, sin hablar el español, vendiendo productos al detal y al por mayor, como la mayoría de árabes y judíos esparcidos a lo largo del globo terráqueo. Ibrahim, encima de los hombros de su tía, adquirió el don de gente, a imitar y a vender con su madre, a trabajar como todos sus tíos, a dar amor como todos ellos, pero sobre todo su abuela que lo crio y falleció a la edad de doce años (pero no la abuela, sino a los doce años de edad de Ibrahim) el cual se hizo amigo de las películas y de los libros, incluso de si mismo. Conoció sus talentos y los exploró. Descubrió que, entre la música, las películas y los textos, le encantaba escuchar chistes, memorizarlos e interpretarlos, cuando un buen día, su tío llegó con un DVD de “La pelota de letras”. No sabía que era, pensó que era una película más y no. La producción era más económica. Tenía solo un actor principal y miles de extras viéndolo y aplaudiéndolo: Andrés López, con una chaqueta roja, camiseta blanca y jeans. Una tarima con un proyector de fondo y una silla que hizo las veces de mesa, caminador y acompañante en el show. Se diferenciaba de sábados felices porque no usaba disfraces, pero si hacía voces. Era un niño grande que jugaba a decir lo que pensaba, pero de qué manera lo hilaba. A esa edad, Ibrahim no entendía nada, pero su familia de la risa lloraba, así que decidió que se dedicaría a eso: no a imitar a Andrés López, aunque lo hizo cuando en la escuela en cuarto grado, en clase de teatro, el primer día, les pidieron que interpretara un texto cualquiera y el de memoria recitó una parte de la pelota de letras, tenía claro lo que quería ser de grande: ¿Un imitador? No ¿un teatrero? ¡No! Un comediante y lo logró.


Cuando con su madre trabajó, una Play se compró, y meses después de que la pelota de letras rodó y rodó, convirtió ese estilo de humor en una bola de nieve que abrió el mercado del humor: Llegó comediantes de la noche, un programa de standuperos donde conoció a Paulo Hernández, uno que lo hizo reír bastante y también su Facebook compartieron. Ibrahim lo agregó, y entre sus amigos vio a Checho Leguizamón, un crespo divertido que salía entre los extras que veían el show de comedia en el canal de televisión. Ibrahim le escribió y Checho le brindó una reunión, pero Ibrahim nunca había tomado transporte solo, así que ahorro de la escuela y fue.
Al llegar Checho le recomendó, aparte de escucharlo y enseñarle lo que sabía, que fuera donde un maestro de la comedia, que se llama Gonzalo Valderrama, el cual cobraba 200.000 pesos por el taller en esa época, de 4 horas de duración.
Acto seguido Ibrahim vendió su Play Station que compro junto a su madre después de intensas horas de trabajo en el comercio los sábados y en épocas decembrinas. Fue hasta una compraventa con su amigo Michael y lo vendieron por 200.000, exacto para el taller. Ibrahim agarró 50.000 para taxis (ida y regreso) y unos dulces. Llegó, le contó esta historia a Gonzalo, el cual no se compadeció y le dijo “entonces si solo tiene 150.000 le puedo dar una 3 horas de clase no más” en donde aprendió que había que hacerlo por amor y no por dinero, sexo ni fama, pero Ibrahim lo sabía porque por amor lo hacía, así que luego aprendió como se componía un chiste (premisa/remate), le mostró ejemplos con comediantes como Bill Hicks, George Carlin; le hizo ejercicios psicológicos sobre el porque de las cosas que piensa y le puso un ejercicio de introspección sobre qué miedos tenía, que no entendía del mundo, y así sacó sus primeras premisas/chistes, los cuales después de hacer los ejercicios, le asesoró en sesiones de una hora por 50.000 pesos y así aprendió.
Gonzalo le recomendó ir a probar los chistes en espacios de calle, como el tunal y Lourdes, a donde Ibrahim, con más mentiras, logró llegar usando una pequeña cámara Cybershot que su padrastro le había traído a su madre desde Aruba, mientras trabajaba para comprar la casa donde ahora habitaban, diciéndole a ella que necesitaba ir a tomar unas fotos para una tarea de la escuela a la Iglesia de Lourdes en el barrio chapinero en la 63 con 15 en Bogotá, pero era su coartada para poder llegar a donde se hacían los cuenteros. Pasaron horas y llegaron, mientras se tomaba las fotos para tener las pruebas de su tarea.
Días después de agregar a Paulo y a Checho agregó a mas comediantes y encontró su primer maestro cómico: Franco Bonilla, el cual lo citó con Checho y Fabián Garzón en una panadería cerca de Lourdes. Ibrahim llevó los primeros chistes que había probado, y emocionado ahorraba la semana de su comida para ir a hacer comedia en las noches.

Todo este pequeño viaje lo llevó, a ganar sábados felices a los 18 años, descubierto por Fabiola “La Gorda “ Posada y Nelson “Polilla” Polanía, la cual lo invitaron al programa, luego viajó a México y grabó para Comedy Central varios programas, mientras pausaba la universidad en octavo semestre, así que regresó a casa, después de muchos excesos, estrellones de la vida, y retoma la universidad, pero comienza la pandemia 2020, en donde seguía con la jugarreta, y meses después su madre con cáncer enferma y saca su segundo especial de comedia, que está en Amazon Primer (Peldóname) gracias a La Gorda y Polilla, a Punto Comedy, a y los hermanos Camargo, los cuales produjeron el show. Lokillo le dio el contacto de quien subía los especiales y así conoció a Elva y Diana, que le subieron su segundo especial, porque el primero no se pudo por motivos de fuerza mayor, aunque giró con él por México, Estados Unidos, Argentina y Colombia: Malbaridas Tour (pronto saldrá el libro con el especial escrito).
Hoy en día, se graduó de comunicación social con énfasis audiovisual, con maestría en realización audiovisual y una carrera de comedia, a la fecha de 14 años de comedia, algunos cortometrajes realizados gracias a las enseñanzas de Andres Molano Moncada y muchos mas profesores que no dejan de ser tan importantes como él; realizó dos cortometrajes más (Hoy hace tres años, que nunca salió al público) y “Aquí hay gato encerrado” que fue la tesis de la maestría en Creación Audiovisual.
Con cuatro largometrajes escritos y ninguno publicado ni realizado ( y dos sin diálogos) pero trabajados para Tiny Tim SAS, Ibrahim encontró su destino en el camino que usó para evitarlo, como dijo el Maestro Owi en Kung Fu Panda, o Aristóteles, en la poética: Comedia, Cine, escritura, poesía y amor, expresando su vida a través de muchas herramientas como esta.
Así que bienvenido a mi página web. Acá podrás encontrar todos mis shows, textos, mercancía de marca, videos y contacto directo para contrataciones.
Asesoro comedia, discursos, expresión oral, textos para publicar, guiones, proyectos audiovisuales (corporativos, videoclips, comerciales, contenido, películas, libretos y guiones) y creatividad en general. Esta página fue realizada por William Acuña (Web master del Festival de Cine de Cartagena) y los artes por Andersson Muñoz (@hazmeungrafico).